Anoche tuve un sueño.

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No se bien si fue realidad o sueño, dudo por la intensidad con la que esta mañana tuve que saltar de la cama a las siete menos cuarto.
La sin razón de esta sensación, correspondía a la majestuosa
belleza del paseo nocturno que la naturaleza me invitó a dar anoche. Estar conectado a una dama que te acompaña y te muestra la irreverente belleza que hay frente a nuestros ojos sin velos, sin miedos, sin juicios ni expectativas..
La luna, casi llena, filtraba una luz aterciopelada, a través de las nubes, que acariciaba el frondoso manto de nieve cálida que pisaba. Ésta a su vez, reflejaba esa misma claridad hacia arriba y todo era iluminado desde arriba, desde abajo, desde mi, y ahora desde ti.. con tu imaginar, con tu atención y tu disposición a que éstas letras iluminen, incluso hasta tu interior.
¿Era la noche realmente así, o así la miraba yo? No puedo contar nada más que la realidad, de mi sueño o de lo que ocurrió. Pero allí me dispuse a pasear, bajo un decorado merecedor de la más sencilla mirada, del más humilde paladar a su degustación y del más profundo respeto a su continuación.
Mientras caminaba me dejé fluir, sentir, y volví a ser un niño. Todo me rodeaba y abrazado a esa juvenil e irreverente dama, me sentí uno con ella. Necesitaba despojarme de todo, nacer y yacer con ella, con su invitación y su silencio.
Los velos se cayeron con mi ropa, con mi calzado. Y sobre una capa de nieve de veinte centímetros, totalmente desnudo, sobre media noche, tuve que correr para sentirme fundido con ella. Pasar frío estaba presente en mi querida mente, pero el corazón hubiera arrastrado tres de ellas juntas, quería sentir, buscar esa situación nueva y diferente y a ello me encomendé.
¿Era sueño o realidad? Vivo soñando y siento estar cada vez más despierto, pero mi corazón late hacia la conversión del sueño en realidad.
Me desnudé, aún no se porqué con rapidez, porque me disponía a correr, a sentir los pies descalzos en la nieve, el aire frío en mi piel siempre oculta, y tras unos cincuenta metros paré, abrí los brazos y respiré. Me sentí vivo, aquí, ahora, no necesitaba saber ni sentir más.. me sentí transgresor, rompiendo alguna forma. Vistiendo como cualquier animal y sintiendo libertad absoluta, libre albedrío con respeto a todo y todos.
El sueño me hizo girar la cabeza y allí venía aquella juvenil y bella dama, corriendo, abierta de brazos a recompensar tan incoherente aventura. Tan incoherente antes como en coherencia ahora.
Por supuesto la abracé como si me abrazara a mi mismo o a cada uno de los que ahora me leen.
Abrazado a ella estuve media hora, mirando ambos la imagen que os muestro adjuntada.
El silencio se fundía en la nieve, el color, en la noche. Cuánta  magia, sentirnos vivos y despertando de un sueño involuntario, programado, no amado.
La vida es sueño escribía Calderón y yo anoche, tuve uno excepcional.
Gracias a ti, mi encantadora, juvenil y tierna dama.
Sigo viviendo, sigo soñando, sigo siendo y amando.
Ésta noche, dormiré soñando de nuevo.

Luije Carretero

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