Recibiendo, trabajando la humildad.

image

Dando gracias cada día a la intensidad que me brinda la vida a que disfrute, presente bien tengo lo más importante de ella, el amor de familia y amigos, que quizás ahora, un año después de salir de la zona de confort y apego, tenga más presente que nunca.
La vida me ha dado tanto, que muchas veces no sé como me volverá a sorprender, estando seguro de ello, de que lo volverá a hacer. No hubiera leído entre sus líneas sí el viaje sólo hubiera tenido bonitos paisajes, gracias a esos túneles inacabables, esas depresiones incomprensibles, gracias a esos puentes que se derrumbaron a mi paso y que me hundieron en la ansiedad y la incomprensión, gracias a ellos pude de verdad disfrutar los nuevos paisajes y con ellos, saber ir de frente de nuevo hacia esos miedos, que poco a poco se fueron disolviendo y me llenaron de valentía para caminar con todo el respeto del mundo, a todo y todos, hacia una vida más en coherencia, pensando, hablando, sintiendo y obrando en la misma dirección.
Sin duda alguna lo más grande que me tocó recibir fueron las muestras de amor y cariño por parte de todos, desde unas letras a una sorpresa, desde una sonrisa a un abrazo, escuchando siempre la frase de los amigos más allegados que me abrazan con un «Siempre recogemos lo que sembramos y cuidamos»
Pero sin duda, los regalos que más me costó recibir, fueron los tangibles, aquellos regalos materiales que aún a pesar de algunos ser necesitados, nuestra educación nos hizo costosa la aceptación sin tener presente una retribución, estoy seguro de que algo así también lleváis en vuestros principios.
Yo siempre fui generoso, no ya de corazón y emoción, sino también dando y ofreciendo, compartiendo y disfrutando. Pero este escrito lleva implícito contaros la generosidad de personas que me rodean y que no dudaron en mostrarla sin duda y sin espera, ya que contribuían a mi felicidad y con ella también a la de los demás.
Tener un sin fin de amigos y amigas ofreciendo casi semanalmente lo que haga falta, literalmente, es el mayor síntoma de la gratitud que siento, pero quiero especialmente recordar aquel regalo material, que ahora hará diez años, donde mis dos tíos, junto con mis primos, en una reunión familiar, me entregaron las llaves de un todoterreno, preparado a conciencia por otro de mis mejores amigos. En una reunión familiar y a espaldas de mi, todo estaba preparado para darme aquella sorpresa. Llevaba tres años sin coche para lo que hacia en aquellos momentos, que era la organización de una prueba a nivel internacional de vehículos todoterreno, llegando a federar un deporte inexistente. La conducción, la amistad y la naturaleza, siguen estando tan presentes como siempre en mi vida.
Aquel gesto bien me hizo reflexionar sobre qué me había llevado a conseguir aquello, sin duda, mi actitud, mi hacer las cosas lo mejor que podía, mi pasión, mi respeto hacia todos pero siguiendo siempre la flecha que marcaba el corazón, NO la cabeza NI el bolsillo. Y así fue como aprendí la dirección de qué flecha seguir.
Diez años después las muestras de tantos siguen siendo abrumadoras, desde un billete de tren, una donación personal para ayudarme a subsistir hasta encontrar trabajo, un préstamo para acabar con el crédito del banco. Podría emocionarme y llorar, pero tengo que ser sincero y contar que la vida me tiene acostumbrado, quizás por eso me guste tanto servir, dar mi plato a otro o mi cantimplora a quién la necesite, porque yo estoy agradecido de más, de verdad.
Hace dos años entraron en mi casa los cacos y se llevaron el bien material más apreciado por mi, la bicicleta, aquella que compré hace veinticinco años, aquella con la que lo recuerdo todo, todos y tantos caminos a Santiago, tantas escapadas, tanto compartido. Tocó que se fuera, se la llevaron, y recuerdo que hasta un mes después tenía la ilusión de qué estuviera en algún almacén o en la casa de algún amigo donde la tenía y no lo recordaba. Pero no fue así, y nunca tuve ningún mal sentimiento hacia quién se la llevo, ojalá que la estuviera utilizando alguien para ir al trabajo, pensaba, ni siquiera hice la denuncia, ¿qué vendría a significar aquello? un año después hice mi primer camino a Santiago andando por no tener bicicleta, y todo cambió, ahora percibí lo que era andar y no rodar, la velocidad se ajustaba más a la percepción natural de todo, de gentes, paisajes y naturaleza. No dejé de tener esa actitud positiva y de aceptación, a que si ahora no tenía bicicleta tocaba disfrutar de otras cosas, y así ha ido siendo.
Me cuesta aceptar aunque lo hago, que un amigo pague una invitación, que pongan el dinero para el gasoil o me paguen una entrada de cine, ahora soy yo el que no tiene, el que está en el proceso, trabajando el aceptar y con ello la humildad desde otra posición, la inferior.
Hace dos meses estaba de finde en Madrid, A me llamó para contarme una buena noticia, había salido perfecto a la estirpación de un tumor en el pecho con unos resultados que no necesitaron ni radio ni quimio, los médicos estaban atónitos y el lo había vivido con una seguridad y una actitud envidiables desde el inicio, un par de meses antes.
A es un amigo íntimo de los que juntó el servicio militar hace ya más de veinte años, y tras más de diez años de desconexión a su finalización, nos vuelve a juntar la vida y somos como hermanos, compartiendo todo, y con ello el cambio holístico que poco a poco realizo. Hablamos y reflexionamos de tantas cosas que cada uno las pone en acción en su terreno y luego disfrutamos compartiendo.
A me dio las gracias porque sabía que su actitud lo había llevado no sólo a la sanación, sino al ejemplo hacia familia y amigos ante la adversidad. A aplica todo lo bueno de esta vida a sus pilares, su familia, su trabajo, su deporte y sus amigos, y así le va en todo. La sanación y su buena marcha en los negocios hicieron que lo celebrara con una bicicleta nueva, a lo que yo pregunté sin dar crédito: ¿y qué carayo vas a hacer con la bicicleta que tienes nueva de hace dos años que ya costó una fortuna? La respuesta la podéis imaginar, cuando me pongo a escribir intentando reflejar una pizca nada más la gratitud que siento a todo y todos cuántos me rodean.
Después de dos años, la providencia me trae otra bicicleta que yo nunca podría haber conseguido, A me dejó unos segundos sin habla. No puedo dejar de leer entre líneas y ver que mis pasos no pueden ir por mal sendero, aunque a veces tengamos nuestros ratos malos, que no dejan de ser enriquecedores.
Ahora toca trabajar, que ya aparece algún trabajo, y pagar alguna deuda a amigos, de esas sin tiempo o intereses.. de las que gusta devolver, y con ellas seguir disfrutando del mayor tesoro de este mundo junto con la familia y la salud, la amistad.
Sonríe e imagina lo bonito que será el día de mañana, porque lo será pase lo que pase.

Gracias, infinitamente agradecido, sigo trabajando la humildad, dando y recibiendo.

Foto: Mi madre, con la nueva bicicleta que llevaron a casa hace un mes.

Luije Carretero

Deja un comentario