Cuánto por hacer.

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Fue en la ermita, la primera vez que reparé en ello, rascando y sacando de entre las piedras en las paredes, lo que hacía tanto tiempo las había mantenido en unión y aislando del frío y el aire exterior, cal que pronto sustituiremos por mortero; cuando empecé a darme cuenta de la intensidad y la cantidad de trabajo que vine a hacer en mi interior.
Más tarde fue en el bosque, donde aquella hiedra exhuberante iba privando de aire y luz a castaños y robles, infiltrando sus pequeñas raíces para su propia sujeción a lo largo de todos sus tallos en la corteza centenaria de los reyes del bosque, por su calidad de madera y fruto, castaño y roble se hermanan para colmar la frondosidad del profundo bosque lucense.
Aquí también tenemos trabajo, los árboles están indefensos ante la hiedra, nosotros podemos despertar.
Por último fue en la huerta, y aprovechando una apreciación de Antonio hace unos días, que decía que parecía increíble, con la facilidad que se nos irían las plantas sin la poca agua que echamos cada dos días, y las demás hierbas como crecen sin necesidad de ella.
¿Cuánto tiempo llevamos adquiriendo hábitos, formas de pensamiento, déjandonos llevar por corrientes al alza, obrando según nuestra mente que domina siempre a nuestro corazón? ¿Cuánto tiempo siguiendo consejos de nuestros padres inocentemente aleccionados, nuestros dogmas cristianos, nuestra confusa alimentación equilibrada, nuestra cambiante y cansina educación pública?
Cuánto fué lo que sufrí entre mis compañeros de clase desde el principio en primero, primero el claro color de piel y aquel mote que tanto me hizo sufrir, fresón, campo fresas, me decían los más aventajados, después fue la caída del pelo, y a los veinte y portando aún mi virginidad, costaba aceptar una incipiente alopecia que tan plácidamente me hace ahora ser más aerodinámico, y bueno, siempre y desde siempre haciéndonos sentir tan culpables por esos kilos de más, esos michelines que justo en tu casa eran los detonantes, de incluso comer a escondidas.
Ahora se entiende todo, ahora encajan todas las piezas en mi puzzle, y es que estamos tan alejados de una vida coherente que por más que queramos arreglar y equilibrar de un lado, no podemos evitar que se descompense por otro. Tenemos instalado un software erróneo, no podemos desistalarlo, sólo ir actualizando y sin descanso, aquí y ahora tan continuo que a veces cansa y te duermes, entonces retrocedes lo andado, pero hemos de seguir y nos tenemos que conformar con echar la vista atrás y ver el desnivel que llevamos acumulado.
Voy a seguir con la desbrozadora limpiando bosque, con el hacha dando respiro a los castaños y robles de la hiedra, voy a seguir quitando hierba y regando el huerto, porque una vez que despertamos consciencia, no hay vuelta atrás, pero hoy, hoy me tenéis que perdonar la tristeza.
Esa tan bonita tristeza que rima y acompaña a la belleza, como la rica y melancólica tristeza de Antonio Vega por su Marga,  cuando cantaba y lo que le apetecía era llorar, todo tiene sentido, como descansar, cuando cansado te has sentido.
Ser guardián de nuestra alma es el mejor regalo que nos podemos hacer, aunque canse, aunque vengan días tristes, pero la balanza compensa y ahí nos tenemos que agarrar, hasta de nuestra tristeza disfrutar, aceptarla y abrazarla, que todo viene a dar sentido, equilibrio y valor.
Vamos, que ya lo dijo Mandela, soy el dueño de mi alma, el capitán de mi destino.
Y yo, yo sólo soy un peregrino en el camino, dichoso camino.

Luije Carretero

3 comentarios sobre “Cuánto por hacer.

  1. Ufff, que bonito, y qué profundo… Totalmente de acuerdo. En el mismo camino de desprogramar y de encontrar la coherencia vital, aprendiendo de las dificultades actuales sabiendo que va a salir algo mucho mejor…
    Perdona que me entrometa, pero los de o Couso han mandado el mail, he pinchado y no me he resistido a darte las gracias por este emotivo post
    Adelante siempre
    Gracias

    1. Gracias siempre a ti, un soplo de aire en mis velas recién desplegadas, ayuda a navegar hacia puerto incierto, centrado en la travesía, no importa el destino, sino el camino.
      Un abrazo enorme.

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